Rima LXII
Al ver mis horas de fiebre
e insomnio lentas pasar,
a la orilla de mi lecho,
¿quién se sentará?
Cuando la trémula mano
tienda, próxima a expirar,
buscando una mano amiga,
¿quién la estrechará?
Cuando la muerte vidrie
de mis ojos de cristal
mis párpados aún abiertos,
¿quién los cerrará?
Cuando la campana suene
(si suena en mi funeral)
una oración, al oírla,
¿¿quién murmurará?
Cuando mis pálidos restos
oprima la tierra ya,
sobre la fosa olvidada
¿quién vendrá a llorar?
¿Quién en fin, al otro día,
cuando el sol vuelva a brillar,
de qué pasé por este mundo
quién se acordará?
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